» La Bonita Historia de Dos Amigas»
Era muy pequeña cuando mi hermana me regaló mi primera pizarra, una madera pintada de negro por ella misma que a mi me parecía un regalo de los dioses. Bonitos ratos me hizo pasar. Colgada en el patio de mis padres creo que seguirá.
Fui creciendo y las sumas se convirtieron fracciones, en ecuaciones y necesitaba algo más. Ni corta ni perezosa no se me hizo rogar, la puerta de la cocina sería mi gran aliada.
¡Oh Dios…una puerta entera para mi!
Pero claro, no iba a ser tan fácil como parecía, después de pasar toda la tarde haciendo deberes en la pizarra, con una de esas tizas cuadradas que se gastaban casi sin mirar, antes de llegar mi madre de su tienda ya me había ocupado yo de limpiarla pero ¡ay, amigo!, que no es tan fácil como parece. Al secar, no tardaba en mostrar un velo blanquecino que a mi madre no se le iba a pasar.
Después de algún que otro aviso que me dio yo seguía sin poder renunciar a aquella maravilla de pizarra y mi siguiente idea fue dar un pasito más, la limpiaría más a conciencia. Jaja, el famoso «Politus» fue mi aliado. ¿Lo conocéis?, ese fantástico bote de líquido para nutrir y limpiar madera. Lo que toca lo deja como la patena, pero claro, el que lo haya usado sabe de su fuerte olor característico. La puerta la dejaba impoluta pero a mi madre, esas madres que no sabes cómo pero se enteran de todo y no se les pasa ni una, al llegar no tardaba en husmear y saber que habíamos estado toda la tarde estudiando y jugando mi nueva pizarra y yo.
Pasó por alto mi afición un tiempo hasta que los botes de Politus se gastaban con más asiduidad que de costumbre y tuve que buscar otras soluciones, porque baratos no eran.
Desde entonces a lo largo de mi vida, por donde haya pasado, siempre me han acompañado pizarras, negras o blancas, con tizas o rotuladores, de cristal o de imán, es más, no tengo una sola pizarra en casa, por cada sitio te puedes encontrar alguna, para anotar la lista de la compra, para poner el menú semanal, para colgar papeles que no quieres olvidar. Escribir siempre por todas partes ha sido algo que no se me ha podido resistir, en la puerta de la nevera, que es de madera, en los armarios del salón, en la mesa de cristal…
Y ahora llega mi último capricho. Un artesano me ha preparado esta preciosa Pizarrita «Waldorf», con formas orgánicas acompañada de sus tizas de colores, el borrador y unas puertas dispuestas a ser abiertas y despertar nuestro asombro y sorpresa. Este año nos empezará a mostrar…
¡Cómo dibujar una Vida más Bonita!
Pero eso será ya otro cantar…
Esta es la nueva pizarra que estaba pidiendo a gritos la cabaña y no podía faltar. A partir de ahora en la cabaña ya somos una más. ¡Espero que tú también la puedas disfrutar!
Hermana querida, yo también recuerdo con gran ternura esa primera pizarra tuya que con tanto cariño te preparé.
Siempre, en mi vida también, las pizarras han estado presentes porque desde niña soñé con ser maestra.
Me encanta utilizarla cada día y sobre todo me gusta ver a los niños escribir en ella. Aunque, para mi, lo verdaderamente maravilloso de la pizarra es la facilidad para borrar lo que no me gusta demasiado y volver a empezar.
Deseando estoy de ir a estrenar esa joya de pizarra que has conseguido. Tqm hermanita
No hay niño que entre en la cabaña que no la quiera pintar. A mi me gusta quedarme un rato sola delante de ella, a unos metros de distancia sin hacer nada, solo con observarla se me dibuja una sonrisa en los labios que ya me alimenta ✨